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RECIMAUC VOL. 7 Nº 1 (2023)
ne. En 1949, George Orwell planteó en su
libro 1984 las bases del formato televisivo
Gran Hermano. La profecía de Orwell, como
los relatos de Julio Verne, se realizó quin-
ce años después de sus previsiones con la
puesta en escena de Paul Romer, director
ejecutivo de Endemol. Telecinco y las pla-
taformas Quiero y Vía Digital emiten diaria-
mente la edición española de este produc-
to televisivo que, en su presentación en el
festival de Cannes de 1998 se reveló como
la última creación de vanguardia en materia
de ficción. Gran Hermano supone un ex-
perimento inédito a nivel mediático, ya que
propone como objeto de observación las in-
terrelaciones y conductas de un grupo ce-
rrado. Sin embargo, este espacio no consta
del rango de una investigación científica. En
ningún momento se ha marcado una hipóte-
sis de partida y existen suficientes indicios
en su escenificación para intuir que se trata
de una propuesta comercial, controlada a
lo largo de su proceso de elaboración. Aun
así, cualquier idea empresarial necesita de
una apariencia. (Torres et al., 2000)
La presencia ubicua de la Pantalla electró-
nica en prácticamente todos los ámbitos y
momentos de nuestras vidas es uno de los
rasgos distintivos de la sociedad contem-
poránea, dando lugar a lo que podemos
caracterizar como sociedad de la Pantalla.
La Pantalla media nuestra relación con el
mundo y con nuestros semejantes, deter-
minando de manera creciente nuestra ex-
periencia vital y nuestra percepción de la
realidad espacio-temporal, incluido el mar-
co y las condiciones en que se desarrollan
los procesos de enseñanza y aprendizaje,
tanto en lo que se refiere a los ámbitos for-
males como informales. La Pantalla genera
una situación de tensión entre la promesa
que ofrece de pluralidad y la expansión de
la concentración empresarial, la crecien-
te homogenización cultural y la naturaliza-
ción de mecanismos de control social. Los
usos más difundidos de Internet y otras re-
des telemáticas generan en este sentido un
equívoco en tanto promueven espejismos
de libertad y diversidad que no siempre se
verifican. La educación no es ajena a este
equívoco. (Levis, 2016)
Vivimos en una época que se caracteriza
por la presencia y el avance constante de
los múltiples usos y apropiaciones de las
tecnologías en general y de las pantallas en
particular, lo cual produce transformaciones
no sólo en la forma de comunicación sino
también en todos los ámbitos de la vida co-
tidiana. Las tecnologías de la comunicación
van ocupando, cada vez más, un lugar pre-
ponderante en nuestras vidas, incluso en
nuestros cuerpos. Influyen en el lenguaje
multimedia, donde la imagen es la prota-
gonista. Así, las pantallas son concebidas
como una pieza fundamental en la cultura
de la imagen contemporánea, la cual “se
asienta en la omnipresencia de los medios
de comunicación audiovisuales construidos
con imágenes de manera metonímica en-
tendida como videoclip, fugaces y en cons-
tante ebullición. La imagen es valorada y
consumida a diario en diferentes soportes,
postulándose como uno de los principales
lenguajes. (Grosso, 2019)
El paradigma emergente en el siglo XXI va
demarcando nuevos modos de relación en-
tre los individuos y las tecnologías de infor-
mación y de comunicación, nuevas formas
de expresión y participación social, y nue-
vas formas de apropiación del tiempo y del
espacio. Las tendencias a la convergencia
entre diferentes tecnologías han dado lugar
a una creciente (hiper)mediatización de toda
forma de prácticas sociales. Todas presen-
tan en mayor o menor grado mudanzas al
parecer definitivas, tanto cuantitativa como
cualitativamente, a pesar de la fugacidad
y la velocidad de suplantación de algunos
dispositivos técnicos por otros, de algunas
formas organizativas – y empresarias – del
mundo digital por otras (Alta Vista, Yahoo,
Google, web 1.0, web 2.0, web 3.0, nuevos
aplicativos, video juegos, telefonía celular in-
tegrada, etc.). (Vizer & Carvalho, 2014)
MATAMOROS DÁVALOS, ÁNGEL A., AVILÉS PAZMIÑO, M. I., & DUTÁN, W. O.