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RECIMAUC VOL. 8 Nº 1 (2024)
to clínico e histopatológico de la rinorrea
leprosa. En su grupo de 7500 pacientes,
solo observaron perforaciones septales en
pacientes lepromatosos y nunca en las for-
mas tuberculoides o intermedias. Dividió el
tipo lepromatoso en cuatro etapas, desde
la invasión de bacterias hasta la etapa de
resolución y fibrosis. En 48 biopsias de 38
pacientes con lepra tuberculoide e interme-
dia, encontró infiltración de la mucosa nasal
con linfocitos, células epiteliales y células
gigantes, un aumento en el número de célu-
las productoras de moco en el revestimien-
to epitelial y un marcado aumento en la vas-
cularidad (10).
De acuerdo con numerosas investigacio-
nes, se ha probado que en el estómago
o intestino de numerosos insectos (mos-
cas, chinches, pulgas, garrapatas, piojos
y otros, especialmente las cucarachas) se
encuentran gran cantidad de bacilos lepro-
sos y que, por lo tanto, ya sea por picadura
o por depositar las heces en las proximida-
des de la nariz o de alguna excoriación de
la piel, se podría producir la infección. La
rinitis leprosa tiene como rasgos más sobre-
salientes: su cronicidad, evolucionando en
plazos muy largos; la ausencia de fenóme-
nos agudos y el predominio, en cambio, de
la obstrucción más o menos completa de
la mucosa nasal, presentando sequedad y
formación de costras en la misma. Pero los
caracteres diferenciales más importantes
son la localización de lesiones y las defor-
midades de la nariz (11).
Las lesiones se localizan en el tabique, en
su parte anteroinferior. Subjetivamente el
individuo enfermo señala la obstrucción
y sequedad de la nariz. Algunas veces,
muy pocas, se pueden observar verdade-
ros lepromas endonasales. La afección, al
progresar, produce con mucha frecuencia
perforaciones del tabique, la destrucción
de la parte cartilaginosa del septum nasal,
dando lugar a distintas variedades de na-
riz. Se debe sospechar esta enfermedad
ante los casos que presenten sintomato-
logía de obstrucción nasal con formación
de costras, deformidad nasal y sequedad
de mucosa, asociado a antecedentes de
presentar mancha en la piel de coloración
blanquecina o rojiza con pérdida de la sen-
sibilidad y evolución lenta (11).
Tratamiento
Sulfonas y Rifampicina. Reparación quirúr-
gica una vez resuelto el cuadro (7).
El régimen terapéutico estándar para el tra-
tamiento de la lepra consiste en quimiotera-
pia combinada con dapsona y rifampicina; la
clofazimina también se ha utilizado amplia-
mente. Aunque otras opciones terapéuticas
utilizadas con menos frecuencia incluyen
etionamida-protionamida y estreptomicina,
la toxicidad hepática de la etionamida-pro-
tionamida y la necesidad de administrar
estos agentes por vía parenteral limitan
considerablemente su uso, especialmente
en países en desarrollo. La resistencia a la
dapsona es común, y el tratamiento diario
con rifampicina es demasiado costoso para
la mayoría de los países donde la lepra es
prevalente. La clofazimina está asociada
con pigmentación de la piel rojo-negra, y la
terapia con etionamida es frecuentemente
complicada por hepatotoxicidad e intole-
rancia gastrointestinal. Por lo tanto, el régi-
men terapéutico estándar está limitado por
su costo y sus efectos secundarios, y por lo
tanto, una alternativa terapéutica no tóxica
sería muy bienvenida (12).
La minociclina, un antibiótico de tetracicli-
na, ha demostrado recientemente ser efec-
tiva contra la infección por M. leprae en ra-
tones y humanos. La concentración mínima
inhibitoria plasmática para M. leprae fue
<0.2 ug/ml, y el nivel plasmático obtenido
con una dosis estándar para adultos de 100
mg de minociclina administrada dos veces
al día es de 2 a 4 ug/ml, lo cual está sig-
nificativamente por encima de la concen-
tración mínima inhibitoria. En comparación
con otros fármacos antileprosos, la minoci-
clina tuvo una actividad bactericida mayor
que cada uno de ellos excepto la rifampi-
cina, y fue aditiva cuando se combinó con
GERMAN MONTENEGRO, P. M., PALACIOS NUÑEZ, W. F., SALINAS SALINAS, D. V., & LIGER ALDÁS, S. M.