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RECIMAUC VOL. 7 Nº 2 (2023)
Según los fundamentos Bustos & Hanna,
(2022) uno de los aspectos que respalda la
relación entre el estrés, la depresión y la mi-
crobiota intestinal, son las alteraciones que
se muestran en distintos trabajos de inves-
tigación en los que parecería que la com-
posición de la microbiota difiere entre los
sujetos sanos y los pacientes diagnostica-
dos con depresión, que parecen tener una
mayor proporción de Alistipes, Bacteroides
y Enterobacterias, y una menor cantidad de
Faecalibacterium y Lachnospiras. (p. 109)
Los últimos estudios científicos establecen
una correlación entre las alteraciones de la
microbiota y el estrés, el cual está involu-
crado en diferentes patologías crónicas, au-
toinmunes y neurodegenerativas. Es decir,
se cree que el estrés altera la composición
normal de la flora intestinal (esto se llama
disbiosis) generando cambios en la motili-
dad y las secreciones gastrointestinales y
produciendo permeabilidad intestinal. Esto
afecta a las células neuroendocrinas y a las
del sistema inmune. (Pérez, 2023)
Cooke, Catchlove, & Tooley, (2022) realiza-
ron una revisión para examinar la relación
entre la microbiota intestinal humana (inclui-
dos sus moduladores) en relación con la
cognición, la función cerebral, el estrés, la
ansiedad y la depresión, donde llegaron a
las siguientes conclusiones:
Los hallazgos de esta revisión se ex-
tienden a informes publicados anterior-
mente y narrativa reciente en donde se
examinó el vínculo entre la microbiota
y el rendimiento/función del cerebro en
personas sanas, individuos estresados,
ansiosos, malhumorados o deprimi-
dos (ánimo y bienestar mental). A pe-
sar de las limitaciones en los estudios
revisados, la evidencia disponible su-
giere que la microbiota intestinal está
relacionada con la conectividad cere-
bral y el rendimiento cognitivo y que la
manipulación del intestino y la micro-
biota, podría ser una vía prometedora
para mejorar la cognición y el bienes-
tar emocional en situaciones de estrés
y no estrés en adultos sanos. La gran
mayoría de los estudios, hasta la fecha,
se han limitado a modelos animales y
en su mayoría han sido observaciona-
les en un entorno clínico, generalmen-
te, en una condición de enfermedad.
Todavía quedan muchas preguntas sin
respuesta. (p. 21, 22)
Para Stiegelbauer, (2022) el estrés crónico
afecta a ciertas regiones del cerebro de
manera que se altera el equilibrio emocio-
nal. En casos extremos, esto puede derivar
en trastornos de ansiedad y depresión. Pre-
cisamente, la depresión es una de las enfer-
medades asociadas al estrés. Diferentes re-
giones y transmisores cerebrales se alteran
en la depresión: serotonina, norepinefrina,
glutamato y probablemente una docena de
otros neurotransmisores. La melatonina in-
terviene de forma crucial en el ritmo diurno
y nocturno, un ritmo que se ve alterado en la
depresión, pero que también se ve alterado
en el estrés y el desequilibrio emocional. En
la Universidad de Innsbruck se demostró
que el estrés permanente provoca una in-
flamación intestinal a gran escala, que tiene
efectos devastadores sobre la barrera in-
testinal. Las bacterias intestinales mueren,
se altera la integridad de las “uniones estre-
chas“, y las toxinas y los alérgenos pueden
llegar al torrente sanguíneo. Se cree que
esta “inflamación silenciosa” puede ser in-
cluso la causa del Alzheimer y la demencia.
Según los fundamentos de Vergara, Ahu-
mada, & Poveda, (2022) se ha observado
que los pacientes con síndrome de intesti-
no irritable (SII) suelen tener una respuesta
aumentada al estrés, lo que ha implicado
un posible mecanismo que contribuye a la
patología del síndrome. La razón es que el
estrés podría inducir cambios en la motili-
dad, permeabilidad y secreción intestinal,
así como sensibilidad visceral que causa
la reactivación de inflamaciones entéricas
previas, y estímulos inflamatorios posterio-
res; además, puede alterar la composición
y la función de la microbiota. (p. 371)
PEÑAFIEL PEÑAFIEL, M. B., & NOVO PINOS, K. M.